martes, 15 de abril de 2014

Dame una pista.

A veces me preocupo. Me preocupo por tu comportamiento, porque creo que las ganas de marearme se te tendrían que haber pasado ya. Antes de nada quiero aclarar una cosa: yo soy consciente de que yo también dejo que actúes así; no me quito mi parte de culpa, sé que a ti no puedo decirte que no.

Pero, ¿Sabes qué es lo que no acabo de entender? Que yo soy la que se supone que quiere. Que tú hace tiempo decidiste que el hecho de no compartir país pesaba más que todos los días que hemos compartido este año; que todas esas horas las dejabas aparte. Y bien, sabes que yo te respeto. Pero, a veces, cuando me siento a pensar, llego a la conclusión de que quizá a mí se me pueda llamar estúpida o inocente, pero lo tuyo es distinto. Porque yo soy incapaz de controlarme, pero tú se supone que sí. Que podías no  querer hacerme daño y tratarme como tratas a todas. Y no me vengas con excusas, que yo estoy delante y creo que hay detalles que marcan la diferencia. Que el hecho de pasarte una noche entera sólo conmigo y todo lo que nos dijimos no puede quedarse ahí. Que lo único que me duele es que parece que no te das cuenta de que quizá merecería la pena.

Sinceramente, creo que tu único miedo es a sufrir, que sabes que podríamos hacernos daño. Dime algo, una mínima cosa, que pueda hacerte cambiar de opinión. Si estos días no te han servido para darte cuenta yo ya no sé que hacer, así que necesito que me des una pista.

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