sábado, 10 de mayo de 2014

Espresso italiano, por favor.

"-¿Quedamos a tomar un café?
- Sí, perfecto, ¿Dónde siempre en quince minutos?"

Esta conversación podría tenerla con cualquiera. A casi todo el mundo le gusta quedar para ponerse al día, sentarse y tener un rato para hablar. Es gracioso, pero a ti no. Para ti, y de donde tú vienes, el hecho de tomar un café significa lo mismo que para nosotros beber un vaso de agua de pie en la cocina de nuestra casa; algo que se hace rápido, de camino a hacer otra cosa, algo que no requiere de ninguna conversación de por medio.

Y pensando un poco en todas las veces que me he tenido que beber un café ardiendo en un minuto (o menos), de pie en la barra de cualquier bar, me he dado cuenta de que esto refleja mucho de cómo somos tú y yo, de cómo somos nosotros. Hasta en esto somos diferentes. Desde el primer momento yo he querido hablarlo todo; sacar tiempo para sentarnos "a aclarar las cosas", mientras que tú nunca te has pensado nada de lo nuestro.

"Porque no me gusta tener que ponerle nombre a lo que somos, si tú y yo sabemos lo que hay ¿Por qué pararnos a explicar a los demás lo que tenemos, si a nadie le importa?" Tú eres así, siempre con muchas cosas que hacer, siempre que he querido hablar contigo ha sido igual: con un café espresso en la mano, y el mismo tiempo que dedicabas a "nuestro tema" era el que tardabas en tomártelo.

Tú eres así. Algo que me gustaría tener todo el tiempo del mundo para disfrutar, pero que vetetúasaberporqué, por esas prisas que tiene la vida a veces, no puedo aprovecharte lo suficiente.




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