jueves, 20 de noviembre de 2014

Abriendo puertas.

A veces me preguntó por qué te dejé entrar otra vez. Porque ya no era la segunda, ni la tercera, entre nosotros perdimos la cuenta hace ya demasiado. Te abrí la puerta, pero el problema fue que lo hice sin que volvieses a llamar. Ahora me doy cuenta, ahora que por fin conseguí abrir los ojos.

Porque tú nunca llegaste para quedarte. Tú eres un tren que sólo lleva consigo a aquellos que siguen tu ritmo. Tú no te paras por nada ni nadie, y a eso yo lo llamo egoísmo, perdóname. Te dejé que volvieras, o mejor dicho, volví yo otra vez, para demostrarme a mí misma que sí se podía. Que tú y yo juntos éramos un equipo de diez. 

Lo malo vino cuando me giré y me di cuenta que detrás de mí tú no estabas, que ahora seguías delante, tirando para que fuese detrás tuyo. Y no, lo siento mucho, pero por ahí ya no paso. Te seguí durante mucho tiempo porque apostaba por ti y por mí, por dos personas que ponían de su parte para seguir avanzando. Pero cuando me di cuenta de que esto se trataba de que yo diese todo de mí, mientras tú no cambiabas un ápice, sólo podía bajarme del tren.

Y hace falta valentía para dejar a quien quieres, ahora lo sé. Siempre te dije que tienes que saber querer bien, no basta sólo con saber querer. Hay muchas maneras,pero sólo una de hacerlo correctamente. Y me cansé de esperar a ese niño a las puertas del colegio, donde de cada día salías diciendo que lo estabas intentando, que poco te falta para aprobar esa asignatura. La paciencia se agota, y yo llegué a mi límite.

Tranquilo, he aprendido. Paso ya de colegios, como mínimo quiero titulación universitaria. Y máster, si me apuras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario