sábado, 14 de junio de 2014

Y apareces tú.

Lo malo es que al final siempre encuentras algún motivo para hacerme sonreír. Y merece la pena. Y mereces las penas.

Y, ¿sabes qué pasa? Que todos mis principios se caen de golpe. Porque sí, siempre me he considerado una persona muy indecisa. Tengo que elegir un libro y puedo estar más de una hora hojeando hasta que escojo el más gordo (por eso de poder disfrutarlo más tiempo), me apetece un helado y le pido a otro que decida por mí, y así con todo.

Me considero una persona caprichosa, pero no en el sentido literal de la palabra. A ver si sé explicarme. Soy así; de repente se me mete alguien en la cabeza y de ahí no sale. No sale por más que haga todos los esfuerzos del mundo, por más que la gente me diga que estoy haciendo el tonto. Si tengo algo en la cabeza voy a por eso. Hasta ese día, ese día en el que, sin un motivo concreto, decido "que hasta aquí". Que me he cansado. Y me prometo a mí misma que cambiaré de rumbo, que es hora de bajarme del barco. Y creo que soy capaz de hacerlo, hasta que apareces.

Y es que ahí está el problema; que tú vuelves a aparecer. Y entonces adiós promesas, adiós bajarme del barco y adiós olvidarme de ti. Porque por muy mal que lo pase a veces, por más que me descoloques y por muy loca que me vuelvas, contigo se me olvida cualquier enfado.

Tú eres tú, punto. No sé explicarlo de otra manera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario